Todo ambiente, también en el trabajo, exige la afluencia de determinados elementos que tienen como función fortalecer el arraigo personal del usuario con el espacio. La distribución del espacio y la decoración del mismo tienen mucho que ver con la fuerza con la que la persona deja de sentirse extraña en una oficina.
El primer requisito es que la decoración no puede desviar la atención de la actividad principal de la empresa. Desde el mobiliario de oficina hasta el más mínimo elemento de distribución del espacio ha de apuntar a la consecución del fin económico de la empresa que es, al fin y al cabo, su razón de existir. Así pues, no hay justificación alguna para los elementos de decoración que no tengan en cuenta el uso que de ese espacio hacen sus usuarios.
LOS PRINCIPALES ELEMENTOS DEL DISEÑO DE OFICINAS
Con este primer paso establecido, la visión ha de estar puesta en la decoración que potencia las virtudes del personal y posibilita el tratamiento de las debilidades. Es de extrema importancia una selección de un mobiliario de oficina que piense en la persona que ha de darle uso, o una distribución del espacio que facilite la comunicación interdepartamental. Al mismo tiempo, la funcionalidad en la distribución puede permitir la identificación de ciertos elementos de decoración con los que el trabajador acabe formando un espacio de confort en el que todo lo ambiental permanece estable.
A partir de aquí podríamos decir que casi cualquier decisión está permitida siempre dentro de los límites que marca la adecuación a las características de un determinado espacio.
OTROS ELEMENTOS VITALES PARA LA BUENA INTEGRACIÓN DE LA DECORACIÓN EN OFICINAS
Es importante no saturar visualmente la oficina, acoplar la estructura empresarial con la distribución del espacio y sondear los intereses del personal a la hora de componer la decoración.
Todo ello sin perder de vista que cualquier elemento que se coloque dentro de las paredes de la empresa repercute en la imagen que los trabajadores y los visitantes externos tengan de ella. Por eso hemos de tener presente la imagen que queremos transmitir: seriedad, modernidad, adaptabilidad… Hay que definirse por un estilo y mantenerlo, de manera que tanto los empleados como los clientes sepan qué pueden y que no pueden esperar de la empresa.
En resumen, todo proceso de decoración de una oficina empieza en las personas y acaba en las personas, sobre el fondo ineludible de la actividad económica. Ningún módulo del mobiliario de oficina ha de provenir de la improvisación, y la distribución del espacio ha de moverse entre la funcionalidad y la proyección exterior.